Las estrellas frías son objetos celestes que tienen una temperatura superficial inferior a la de nuestro Sol, es decir, menos de 3.500 grados Celsius. A diferencia de las estrellas más calientes y brillantes, estas estrellas emiten la mayor parte de su energía en longitudes de onda infrarrojas.
La formación de las estrellas frías es un tema de gran interés para los astrónomos. Se cree que se forman a partir de nubes moleculares gigantes, que contienen hidrógeno, helio y otros elementos químicos. A medida que estas nubes comienzan a colapsar debido a la gravedad, se produce una protoestrella, que se calienta y comienza a emitir radiación.
Con el tiempo, la protoestrella se va enfriando, lo que se traduce en una disminución de la luminosidad y una elongación de la duración de su fase de formación. De esta manera, las estrellas frías suelen ser relativamente jóvenes (menos de 100 millones de años) y se encuentran en las partes más densas de las nubes moleculares.
Estudiar las estrellas frías resulta crucial para entender la evolución estelar y la formación de planetas, ya que son los objetos más cercanos que podemos estudiar con precisión que tienen propiedades similares a las enanas marrones, los cuerpos celestes que se sitúan entre los planetas gigantes y las estrellas en tamaño y masa.
El descubrimiento de estas estrellas frías ha sido una de las grandes contribuciones de la astronomía moderna y ha permitido que los astrónomos tengan una mejor comprensión del universo que nos rodea.
Las estrellas, en su mayoría, son objetos celestes conocidos por ser increíblemente calientes y brillantes. Sin embargo, existen algunas estrellas que no se ajustan a este estereotipo, ya que son significativamente más frías que las estrellas normales que brillan en el cielo nocturno. Estas estrellas son conocidas como enanas marrones.
Las enanas marrones se encuentran en algún lugar entre las estrellas y los gigantes gaseosos, como Júpiter. Por su baja masa, no pueden quemar hidrógeno en su núcleo como las estrellas normales, lo que les impide generar la cantidad de calor necesario para mantenerse enérgicas y brillantes. Por esta razón, las enanas marrones son increíblemente frías, con temperaturas que van desde unos pocos miles de grados Kelvin hasta menos de 500 grados Kelvin.
Algunas de las enanas marrones más frías conocidas se encuentran en el cúmulo estelar de Sigma Orionis, a unos 1.200 años luz de distancia de la Tierra. El cúmulo estelar contiene una gran cantidad de estrellas jóvenes y calientes, así como una variedad de enanas marrones de diferentes masas y temperaturas. Una de las enanas marrones más frías en Sigma Orionis tiene una temperatura de solo 225 grados Kelvin, lo que la hace más fría que la mayoría de los cuerpos en el sistema solar.
Las enanas marrones representan una fascinante intersección entre las estrellas y los planetas. A medida que los científicos continúan aprendiendo más sobre estos objetos celestes, podrían ayudar a arrojar nueva luz sobre la formación y evolución de nuestro universo.
Las estrellas son cuerpos celestes que emiten luz y calor gracias a la fusión nuclear que ocurre en su núcleo. Sin embargo, hay algunas que se destacan por su baja temperatura.
La estrella más fría del mundo se llama WISE 0855-0714 y está ubicada a unos 7,2 años luz de distancia de la Tierra, en la constelación de Escorpio. Fue descubierta en el año 2014 por el telescopio espacial WISE de la NASA.
Se cree que WISE 0855-0714 tiene una temperatura superficial de aproximadamente -48 grados Celsius, lo que la hace más fría que algunas enanas marrones, que son cuerpos celestes similares a las estrellas pero que no tienen suficiente masa como para iniciar la fusión nuclear en su núcleo.
La temperatura tan baja de WISE 0855-0714 la hace invisible a simple vista, ya que emite luz en el infrarrojo. Además, su diámetro es un poco más grande que el de Júpiter.
El estudio de estrellas con temperaturas tan bajas es importante para mejorar nuestra comprensión del Universo, ya que nos ayuda a desarrollar modelos más precisos de cómo se forman y evolucionan los cuerpos celestes.
Las estrellas que cambian de color son conocidas como variables. A diferencia de las estrellas fijas, los colores de las variables cambian de acuerdo a su etapa evolutiva.
Estas estrellas pueden ser divididas en dos grupos principales: las variables intrínsecas y las variables extrínsecas. Las primeras cambian de brillo y tamaño, mientras que las últimas varían debido a la interferencia de factores externos.
Dentro de las variables intrínsecas, hay varias subcategorías, tales como las estrellas pulsantes, que cambian su tamaño debido a pulsaciones en su superficie, y las estrellas eruptivas, que sufren erupciones de energía que las hacen cambiar de brillo y color. También existen las estrellas binarias eclipsantes, que se oscurecen mutuamente cuando una pasa frente a la otra en su órbita.
En cuanto a las variables extrínsecas, estas incluyen las estrellas que cambian debido a la interferencia de objetos cercanos o el paso de planetas. También están las variables de rotación, que cambian de color debido a su movimiento de rotación, y las variables transitorias, que cambian repentinamente su brillo y color debido a algún evento impredecible.
En conclusión, hay una gran variedad de estrellas variables cuyos colores cambian debido a diferentes factores, lo que las hace interesantes para el estudio y observación astronómica.
La estrella roja que muchas veces vemos en el cielo nocturno es realmente el planeta Marte. Marte es conocido como el planeta rojo debido a su color característico, que se debe en gran parte a la presencia de óxido de hierro en la superficie del planeta.
Marte es uno de los planetas más cercanos a la Tierra, y su posición relativa en la atmósfera terrestre hace que sea visible con facilidad desde nuestro planeta. Cuando Marte se encuentra en oposición, es decir, cuando se encuentra en el lado opuesto del Sol con respecto a nuestro planeta, es aún más brillante y su color rojizo se acentúa.
Marte es también conocido como el cuarto planeta del sistema solar. Es un planeta rocoso, con una atmósfera delgada compuesta principalmente de dióxido de carbono, y es famoso por sus características geológicas, incluyendo sus volcanes, sus cañones y sus mesetas. Además, Marte es uno de los planetas que ha sido objeto de mayor estudio e investigación de la NASA y de otras agencias espaciales en todo el mundo.